Tuesday, March 27, 2007

Terror en la tierra


Los habitantes del centro ignoraban que una cosa viscosa derramaba un líquido mortal y crecía en unos túneles secretos que unos monjes construyeron en el siglo XVIII como refujio, mismos que se llenaron de tierra en el temblor del 85. Eran varios, se apareaban entre ellos, respiraban un gas que los fortalecía mientras que su cuerpo amorfo se ensanchaba.

La materia en descomposición se estancó en esos túneles, conformada por sangre y cuerpos muertos, víctimas del sismo, se mezcló con una sustancia que excretaban los desechos de los vendedores ambulantes.

Poco a poco fue formándose una bacteria, un ser vivo microscópico que transmutó en un indescifrable ser de tentáculos que se alimentaba de la mierda y de la basura que se transminaba de las alcantarillas, al mismo tiempo inerte se reproducía a una velocidad tal que los túneles estaban infestados y a punto de reventar. No se sabe cuando pero será pronto que estos seres de tentáculos despierten y salgan a la superficie.

Sharenii

Monday, March 26, 2007

Gente de la luna


- Dr. Renaud necesito que veas las acuarelas y el diario de una joven que recientemente ha perdido la razón. Necesito que, como colega me des tu opinión. Ha ingresado hoy por la tarde, desembarcó esta mañana en el puerto de Québec
- Estimado Dr. Jacquet, con gusto reviso lo que me pidas. ¿De dónde viene ella?
- Dinamarca. Pues bien, estas son las acuarelas y su diario…


Diario de Amelia

Mientras caminaba al rededor del lago observé de reojo a alguien que desde el otro extremo también lo bordeaba, levanté la vista y fui deslumbrada por el esplendor inhumano de una bellísima dama. Fue tal la impresión causada en mí, que fui directo a ella sin siquiera haber pensado en un pretexto para hablarle, ella pareció notarlo, pues se recogió el vestido y se sentó de frente, como esperándome y, aunque al principio me desconcertó su actitud, después lo vi como un punto a mi favor.

Al llegar le sonreí débilmente y ella se acomodó para que me sentara a su lado, fue entonces cuando le pregunté su nombre, pero ella se limitó a tomarme de las manos y viéndome a los ojos me dijo: “No puedo decirte… soy gente de la luna” en un susurro progresivamente apagado; la vi a los ojos esperando una sonrisa picaresca y sólo encontré un par de ojos muy azules y sinceros, enmarcados por las más tristes facciones. Se levantó y caminó de espaldas sin dejar de verme hasta desaparecer entre los árboles. De verdad cree lo que dice, debe estar mal de la cabeza.


A dos días del encuentro volví al lago y ahí estaba, esperándome sonriente; sentada de frente al sendero por el que salí, me miraba fijamente y me llamaba sin dejar de sonreír. Sentí mi corazón latir con más fuerza y casi corrí a sentarme a su lado, tomé su cara entre mis manos y la acerqué para besarle la mejilla y ese saludo tan efusivo de mi parte fue por el gran aprecio que ya le tenía a esa bellísima e indefensa criatura cuya mente creí divagar en extrañas fantasías, pues mientras yo le hablaba de mi familia y mi pasión por la pintura, ella me hablaba de claras aguas que servían de espejos a bellas criaturas que mente humana jamás imaginó, todo iluminado por suaves rayos plateados.
¡Oh Dios, si lo hubiera sabido antes! Escuchaba somnolienta sus melódicas descripciones cuando de los arbustos traseros salió un alarmado cazador, escopeta en mano y gritando plegarias para que me alejara de mi compañera, quien totalmente iracunda me dio la espalda y le sopló al cazador haciendo que al instante cayera desmayado; sólo hasta entonces entendí por qué ella nunca me daba la espalda… aunque hermosísima por delante, estaba hueca de atrás. Volteó a verme llorosa y se sumergió en el lago del cual jamás volvió a salir.


Segunda parte del diario de Amelia

Desde que dejé de verla, toda su gente, aunque no con la misma belleza, ha estado visitándome. Mujeres y hombres de espaldas y cabezas vacías se me acercan con la intención de hablarme y corro, corro de miedo.

Ellos no sólo se propagan, contagian a los humanos. Mi madre y mis hermanos, platicaban conmigo en mi recamara, parecían perfectamente normales hasta que me levanté por agua y les vi los cráneos vacíos. Caí al suelo horrorizada sin dejar de gritar hasta el desmayo, y al despertar me encontré encerrada bajo llave en mi propio dormitorio, desde el que escribo lo que pueden ser mis últimas palabras antes de enloquecer por completo o ser víctima de las atrocidades que la gente de la luna tengan reservadas para mí.


- pues bien… ya viste tanto las pinturas como el diario, ahora dime que piensas…
- las pinturas son maravillosas y… raras. Son personas bellísimas que ven de frente y a sus espaldas espejos que reflejan algo sin duda impresionante. ¿… y dice que Amelia puede no mentir del todo?
- De hecho ella no miente en absoluto, pues para ella todo es cierto. Sin embargo creo que no todo está en su imaginación, pues a pesar de que las personas que en la segunda parte de su diario son descritas como “gente de la luna” son personas reales y normales… la dama de la primera parte no ha sido reconocida
- ¿y qué hay del cazador?
- Efectivamente fue encontrado inconciente junto al lago con Amelia en shock sentada a su lado. Tuvo fiebre dos días y al tercero murió sin recuperar nunca la conciencia
- Esa gente son invenciones de Amelia o…
- ¡Oh no mi estimado discípulo! Si hasta ahora no hemos escuchado de ellos no es por otra cosa sino porque pertenecen a una leyenda parte del folclor de su patria, que aquí ya no llega.


Diana

Friday, March 16, 2007

Las cuatro mujeres

Eran sólo cuatro mujeres que estaban en aquel cuarto blanco. No era un manicomio aunque pudo haberlo sido. No había ventanas. Sólo una puerta de reluciente madera que cerrada limitaba el paso y encarcelaba a las cuatro voces .
La alarma sísmica se escuchó afuera y segundos después la tierra se movió con tanta fuerza que las mesas brincaban en sus sitios y las lámparas parpadeaban.
Las cuatro se avalanzaron sobre la puerta rasguñandose entre ellas y jalandose el cabello en un intento por salir primero. No pudieron. Las paredes crugieron y se quebraron como una fina copa de cristal con el peso de todo el edificio. Las lámparas, ahora ciegas, se rompieron y los cristales se regaron como el cura riega agua bendita sobre sus feligreces.
Muy juntas, en un rincon entre escombros y aún aferradas de los cabellos, las cuatro mujeres no pudieron abrir la puerta.

Forbidden Vianey

Thursday, March 15, 2007

Espejismos de una asesina

¡No es que mi proceder sea extraño! Es que la envidia y el odio corroe a todos cuando saben lo que hago y cuánto lo disfruto.
¡Ella lo entendía! incluso lo adoraba. Sabía que en la madrugada, cuando regresara, compartíamos el idilio de mis historias al igual que los aromas de ese líquido ya casi seco color rojo que mancahaban mi cuerpo. Compartiríamos todo: besos, amor, pasión, gustos, manias, horarios, hambre.

Algunas personas solían llamarnos extrañas porque no teníamos mucha relación con los demás, lo que sucedía es que no considerábamos su persona digna de siquiera respeto, todos eran incoherentes, fanáticos religiosos o superficiales. ¿Qué más daba? ¡No nos importaba!

Yo solía lamerle el sexo a media noche cuando se encontraba dormida y ella solía retorcerce de placer encajando sus uñas en mi espalda, afilando sus dientes en mi carne, bebiendo mi ser extraño hasta el alma. Todo eso sucedía siempre, después de que yo regresaba.

Y fue aquella larga noche en la que yo llegué temprano. ¡Ella sabía que yo soy una esclava de su sexo pero que no puedo verle con alguna mujer que no sea yo! Así que adormecí el amor que le tenía, mutilé la móbida ternura que siempre le compartía.

En ese momento ya había comido demasiado como para ingerir lo que había frente a mis ojos, pero ahí estaba en el centro del espacio gris del suelo, un cuerpo tan helado como el mármol que le soportaba, había sido hermoso en vida, sendual, palpitante y enfermo, sin embargo, ahora ya no estaba, sólo quedaba un cúmulo de huesos astillados, la poca sangre coagulada y músculos molidos tirados por el cuarto.

No sabía que hacer, ella me miraba fijo, con un signo de reclamo tan fuerte que sus ojos parecían salir de su órbita adornada por los círculos negros de siempre. ¡Yo escuchaba esas voces de reclamo! La escuchaba y la tenía siemrpe al lado, tan hermosa, que aún lamía yo su sexo sin respuesta, aún besaba sus senos que ya no se erizaban.

El cuarto seguía igual, un mes con el olor fétido de la muerte y la mirada acusativa de ella, un mes donde no he abierto la puerta más que cuando me da hambre y salgo por las noches de cacería. Ya me parece que los vecinos comienzan a sospechar que es podredumbre viene de mi departamento, pues a veces escucho murmullos en los pasillos acerca de mí, de la locura que habita en mi mente y de los hororres de aquella noche.

-Se oían gritos- dijo algún vecino al bajar la escalera con su pareja, mientras que en la habitación yo sólo encajaba mis dedos en el sexo vencido de ella y luego en el mío, sólo seguía buscando sus cálidad contracciones, las cuales ya no llegaban.

Ellos irrumpieron en mi puerta, eran demasiados y a pesar de mi gran fuerza no pude apartarlos de mí. Me llevaron amarrada hacia un lugar del cual no he podido salir y mientras me conducían a rastras hacia el vehículo escuchaba: ¡asesina, vampiro, canibal, loca, zorra maldita!. Al final sólo pude mirarle parada en el umbral del edificio tan callada y hermosa como siempre, pero con la mirada de reclamo, disgusto y odio... -¿Por qué? Dime tu motivo para matarla- aún podía escuchar su mente.

Sigo mirándola ahora en este lugar, en este cuarto blanco, en esta soledad. ¡No quería matarla amor mio!, pero es que ella estaba sobre lo más preciado para mí: tú cielo...

Ella jamás me perdonó, después de su aletargamiento de semanas, salió para decirle al mundo que había matado a nuestr hija adoptiva, a esa adolescente que amé, a esa niña que disfrutaba tanto de la sangre como nosotraas, ella, que entendía que el arte de matar es delicioso, que todos son tan despreciables que la piedad no existe... a ella, ella que nada más la abrazaba...

¡No, no alucino!. ¡Por favor amor! fue un error... ¡Perdóname!

Xaxni

Friday, March 02, 2007

Entrar aquí para leer El arte de escribir cuentos, de Juan Bosh