Tuesday, November 20, 2007

El par perfecto

¡Cómo amaba las canicas! Nadie me ganaba jugando con ellas. Jugando por ellas. Recuedo que cuando cumplí ocho años mi padre me obsequió una bolsa de red atascada de esas pelotitas, tan grande que necesité ambas manos para sostener aquella orgía de vidrio.
Y dónde ahora vivo, amurallado por paredes de resorte y camisas de fuerza, las canicas se han convertifo en mis mundos cristalinos. Cuando las toco, siento cómo me lustran la base de mis dedos hasta borrarme las líneas digitales. Cuando las pongo cerca de mis ojos, noto la redondez de mi nariz y la exageración de mis rasgos. Y cuando me las llevo a la boca, percibo su trayecto: inician en mi lengua, mecen la cuerda de mi campana y se estancan en mi faringe, donde tardan un rato en continuar. Después, el dolor en mi pecho me avisa que pronto las explusaré por la cola.

Tenía de todos los tipos: transparentes, blancas con morado, verdes fluorescente y hasta ambar. Eran como botellas redondas.

Pero mi verdadero logro ocurrió cuando por fin le gané a mi primo Matías aquella canica dorada. "No mames, Mauro, devuélveme mi canica". "Estás pendejo -le dije- te la gané limpiamente y te chingas".

Mi canica dorada era como tener el sol. Amaba rodearla con mi dedo índice y dispararla con mi pulgar. Y las chidas pelas alcanzadas con ella me hacían ganar cada vez más canicas. La disparaba con tanta fuerza hacia las demás que a veces éstas se rompían. Y así terminaban, como cuerpos traslúcidos destazados por la furia de un asesino.
Me volví experto en cercenar canicas con la ayuda de mi oro redondo... y con la pistola que tengo por mano derecha. Y cuano comencé a practicar tiros con la izquierda, repetí mi éxito. Así nació mi interés por conseguir otra canica dorada. ¡Imagínate lo que lograría con ese par perfecto!

Pero antes de fraguar mi plan, un día mi primo Matías quebró mi sol de vidrio. Se acercó a donde practicaba mis tiros, tomó mi canica dorada y la desmembró contra el suelo. "Creíste que te ibas a burlar de mí, pendejo?" Y se largó. Fue entonces cuando decidí alcanzarlo... y afilar las garras de mi mano.

Mis dedos atravesaron sus párpados. Cuando lo oí gritar supe que la sangre de sus pupilas se había mezclado con la mugre de mis uñas.

Sentí un gozo de campeonato. Ahora sí tengo mi par perfecto.

Abraham

Tuesday, November 06, 2007

Mi funeral

Soy Luisa y estoy parada justo detrás de mi ataúd, sorprendida por todo lo que esta pasando, pues yo siempre imaginé mi funeral distinto. Pasé por la vida como dicen por ahí: “como la tamalera, mal y comiendo del tamal”. Me hicieron sufrir e hice lo mismo, quien me la hizo la pagó, aunque también pagaron otros tantos que nada tenían que ver. Siempre fui convincente en mis creencias y así me guié, en fin, considero que hice el bien como el mal... así es la vida.

Yo siempre imaginé que cuando sucediera, (sabía que iba a pasar pronto, pues este cáncer creció cual “mala hierba en el campo”) iba a estar completamente sola, si acaso Lalo mi marido, Lalo mi hijo, mi madre y alguno de mis hermanos. No necesitaba a nadie más, con ellos me sobraba y me aguantaba.

Veo a mi alrededor, en primer lugar: ¿donde estoy?, ¡esta no es mi casa, es la casa de mi madre!, aunque ya no vive aquí, recuerdo que desde niña deseaba cumplir 18 años para irme, era tan fea la construcción que también mi madre apenas tuvo oportunidad salió huyendo de ella, en fin, una casa suficientemente grande para que entren y salgan como “Pedro por su casa”.
Flores blancas, amarillas y rojas por doquier, ¿quién les dijo que a mi me gustan?, el olor es pestilente, sobre todo esas que tengo en frente, siempre detesté su olor a muerto... no es todo: ¡velas, veladoras, e incienso!, que cosa más desagradable.

Tuvieron la genial idea de poner mi ataúd en la sala, ¿qué acaso no les había dicho que los lugares cerrados son la cosa más fea que puede haber? ni siquiera eso quisieron respetar, siempre les dije no quería que le avisaran a nadie, “yo sola nací, yo sola moriré”. Les dije: "no me velen, échenme en una caja, entiérranme y san se acabo"... pero no, aún en mi lecho de muerte, vinieron cuantas gentes quisieron, algunas por lastima y muchas por curiosidad mal sana y yo sin poder hablar, ¿qué, acaso, no han visto morir a alguien?, valiente asunto, como si yo fuera función de circo, no era suficiente con lo que me iba pasando, por fuera, secándome, y por dentro ardiendo, como si fuera mi propio infierno.

No alcanzo a comprender qué pasa, ¿por qué llega tanta gente?, veo a mi hermano, a su hijo y esposa, haciendo todos los menesteres, preparando y ofreciendo café, entrando y saliendo con la charola de pan, ¡ah!, si supieran que yo les hice brujería para que se separaran y que no funcionó, ¡algo hice mal!, porque su hijo fue a dar al hospital en agonía, casi muere... y lo peor siguen juntos.

También está mi hermana, ¿por qué llora?, si nos dejamos de hablar hace más de 10 años, y ¡todo por qué me cachó en la cama con su marido! ni fue tan grave, además, ella lo hizo primero con el mío cuando me iba a casar, “yo solo me las cobre”... ni aguanta nada... ¿por qué llora?...
No puede ser, otra vez otro rosario, llevan como veinte y eso que tengo cuatro horas apenas, y eso, sin contar las veces que lo hicieron cuando todavía no moría, ¡esa mi hermana Carmela!, reza y reza ¿qué no se acuerda que juntas nos divertíamos en grande? creo que no, después que se casó se sintió “santa”, ¿por qué no se calla, se va a dormir y me deja morir en paz?.
Buena hora, casi ya no hay nadie, sólo aquellos necios que se aferran a seguir de pie, aunque estén más dormidos que despiertos. Por fin hay un lugar donde me puedo sentar un ratito, ¡qué beneplácito tan grande!, ya no hay dolor, ya no hay ardor y sobre todo por fin estoy en silencio... todo fuera perfecto sino es por este olor, ¿cómo le hago para sacar tanta flor, tanta luz... por qué no las apagan?...

Gaby