Monday, November 13, 2006

El viaje a través de los sueños



El viento sopló intensamente durante ese día, la lluvia amainaba a momentos. Sebastián había preparado todo lo necesario para emprender el viaje hacia el norte del país, donde se encontraba en ese tiempo. Su destino era Nilreb, sin embargo, había pensado desplazarse hasta allá haciendo algunas paradas en los bosques y en pequeños pueblos, desde Gizpiel hasta Nilreb, donde buscaría a Markus, al cual amaba en secreto.
El ocaso se presentó, Sebastián tomó su mochila y salió de la residencia estudiantil. Caminó cerca de dos horas, debido a su escasa posesión monetaria, llegó hasta la frontera de la ciudad de Gizpiel .
Mientras caminaba por las calles de esta ciudad, llamaba en demasía su atención el cielo y la dirección en que el viento soplaba, pues le pareció que ellos eran quienes le guiaban hacía su indeterminado destino, aquella noche de verano. En el camino encontró a varios transeúntes, a quienes de vez en cuando preguntaba por la dirección del norte, aquellos se sorprendían por la extrañeza que provocaba la pregunta como la apariencia de Sebastián.
Caminó por lugares más solitarios de la comarca hasta que el cansancio y el hambre lo invitaron a tomar y comer algo mientras descansaba. Encontró un buen lugar cerca de un parque, se dispuso a probar un trozo de queso y beber vino, degustando el manjar olvidó todo. Sólo existía el goce que producía la comida.
Recordó y continúo la procesión lúgubre, pues su atuendo le permitía camuflagearse en la penumbra de la noche. Llegó a un Rasthof, donde pidió aventón a los PKW (de los que ninguno aceptó) y a los automovilistas que salían de la tienda, pero sin resultado.
La lluvia veraniega comenzaba, la noche se espesaba al igual que el viento soplaba intenso. Se aburrió y decidió continuar el camino siempre con dirección al norte.
Amanecía, cuando Sebastián se sintió cansado. Ya no tenía ni vino ni queso, el peso del equipaje se había vuelto más difícil. Así busco un lugar en el bosque cerca de la autopista y se dispuso a dormir.
Quizá daban las 6pm cuando despertó entre los árboles de la pequeña colina cerca de la autopista, pues el sol declinaba.
-¡Magnífico!, ahora puedo continuar, me siento renovado- exclamó al ver que el sol se perdía tras el horizonte.
Deambuló largo rato sobre la autopista, sin embargó, se percató de que ello estaba prohibido. Sucedió entonces que la policía apareció. Le cuestionaron su procedencia, ocupación y demás cosas que sólo a ese tipo de gente le interesa saber para comprobar una identidad, que en un ámbito político y social transmite confianza y seguridad (para ellos claro está), pues a Sebastián esas cuestiones le tenían sin cuidado. Todo estaba en orden, según dijeron.
Amablemente (cosa que lo sorprendió) se ofrecieron a llevarlo al próximo Rasthof, ubicado más o menos a unos 30 kilómetros del lugar donde lo encontraron.
Le advirtieron que no volviera a caminar sobre la autopista, pues por suerte seguía vivo. El deseo de muerte había sido subsumido en ese momento por la policía. Sebastián se contuvo y se despidió con amabilidad.
Entró a la tienda, bebió dos mokachinos y observó a su alrededor. No encontraba ninguna víctima para que lo llevara a su primer destino: Uassed. Toda la gente lo miraba perpleja o con cierto morbo, pues era extremadamente magro y vestía de negro, cosa que acentuaba la palidez verdosa de su tez que hacía tiempo no recibía luz solar.
Esperó un rato afuera de la tienda, mientras observaba a los automovilistas buscar cualquier oportunidad para salir de allí. Algo lo hizo voltear hacia la izquierda y a lo lejos, sentado en un café al aire libre se encontraba un joven de sombrero, el cual le hizo una señal invitándolo a viajar con él.
Sebastián se acercó. El desconocido comenzó la plática, intercambiaron algunas experiencias e información personal.
Ambos emprendieron de nuevo el viaje, el desconocido conducía un mustang gris, se dirigía a Nilreb. Juntos armaron una magnífica ruta de aventura para Sebastián, quien decidió omitir la parada en Uassed para llegar hasta Enker que colindaba con Nilreb, así podría cruzar a pie a través del bosque y lagos de esa región.
Anochecía cuando llegaron al séptimo puente marcado como destino, Sebastián se despidió y ambos se alegraron por la coincidencia del viaje y la compañía que es un tanto escasa por esos lugares.
Ya solo, Sebastián cruzó la autopista por el séptimo puente en total oscuridad, escuchaba el ruido de los motores y las llantas colisionando en el pavimento. Llegó a un sendero que atravesaba el bosque, eran casi las 11pm del segundo día, el solitario sendero lo invitaba a cruzarlo.
Así comenzó el recorrido, sin embargo, ya avanzado un buen trecho, deseó aguardar a la media noche en la profundidad y soledad del bosque. Buscó un lugar apacible, con densos y tupidos árboles, para perderse en su espesor y sombras nocturnas. Encendió cuatro pequeñas veladoras que había recibido de su amigo mágico Immo, las velas fueron puestas indicando los cuatro puntos cardinales, entonces, recordó repentinamente a su amiga la serpiente Achnap, se preguntaba acerca de la condición de la serpiente, que se olvidó de sí mismo no percatándose de que el fuego fatuo que todo lo devora, engullía todo a su paso, cuando ocurrió que se recordó a sí mismo, el fuego lo abrazaba en demasía.
Fue así como Sebastián desapareció esa noche. El incendio fue disipado por una gran tormenta que se desató al amanecer, sin embargo, de él no se encontró nada.
Ahora quizá crece en simbiosis con un árbol o bien transmutó en lo que ya no es.

Totenschädel

3 comments:

Anonymous said...

la foto esta verdaderamente genial,
totenschâdel.

Anonymous said...

está un poco largo pero está muy bueno y me gusta mas ke el último ke hiciste

Marilui said...

María, me encantó tu narración, es una pintura de Carrington llevada a las letras. Saludos.