Tuesday, April 24, 2007

Visitas del plano espiritual


Nacieron en diferentes lugares, pero al final que importaba, Natalia y Concepción eran primas, llegaron cada una con sus respectivos padres a vivir a la enorme y casi vacía casa que sus abuelos recién fallecidos acababan de heredarles, y desde entonces se volvieron inseparables; compañeras de juegos y travesuras como sólo se pueden hacer a los 5 años; en el comedor, en el jardín, en las escaleras; siempre juntas.

Les contrataron una institutriz que las cuidara y educase hasta llegar a al edad escolar, sin embargo ella rara vez estaba al pendiente.

La propiedad estaba tan deteriorada que había que restaurarla y las remodelaciones iniciaron. Esa mañana los padres supervisaban abajo a los trabajadores que, arreglaban paredes y puertas, sólo unos cuantos trabajaban en los barandales de las escaleras, cosa que pronto abandonaron para acudir al llamado de una de las madres.
Se suponía que la institutriz se encontraba arriba, cuidando que las niñas no bajaran ni se acercaran a las escaleras, pero ella las dejó para ir a dormir, no sin antes aclararles que debían cuidarse una a la otra. Natalia y Concepción, se asomaron por la baranda y Concepción, cuidando que a su prima no le pasara nada, quiso cerciorarse que la baranda fuera segura y se apoyó en ella, se recargó demasiado y la reja cayó junto con la niña. A los gritos de Natalia acudieron todos, sólo para darse cuenta que Concepción estaba muerta.

Lo que la institutriz les dijo a las niñas poco antes de la caída y muerte de una de ellas quedó tan grabado en la mente de Concepción, que aún desde la otra vida ella sigue visitando a Natalia, para cuidarla y asegurarse que nada le pase. Unas veces se puede oír a Natalia hablando sola en el comedor, en el jardín o en las escaleras y otras ella misma cuenta que antes de dormir, cuando el sueño la adormece, jura que puede ver a su prima entrando a su habitación que llega hasta ella y la besa antes de dormir.
Diana

*Inspirado en la pintura “niña viva y niña muerta” de Siqueiros.

Friday, April 20, 2007

Gemelos en petate


Siempre estuviste cerca de mí, antes que el sol, antes que el aire y te amé, podía sentir tu corazón latiendo igual que el mío, no te podía ver, pero sabía que estabas ahí, escuchandome.

Un día decidimos juntos salir a explorar y nos dimos cuenta que el mundo apestaba, pero yo te tenía a tí y tú a mí, ya no había regreso, sólo hacia adelante.

Pasaron los años, mientras tu comnigo y yo contigo, la vida era lenta. Siempre tenía a alguien con quien compartir, todos creían que éramos uno y ¿sabes? realmente lo éramos.

Un día te descubrí tirado en el petate, la escoba a un lado tuyo, no habíamos cumplido los ocho años y ya no respirabas, ¿por qué hermano mío, no me avisaste que decidías dejar la vida?.

Sin mí, miro tu rostro y veo la cara de la muerte se parece tanto a mí, dejame acompañarte, más bien no me dejes sólo, siento como la vida me abandona si tu no estas aquí. Hermano mío, espérame voy detras de tí.
Gabriela

Monday, April 02, 2007

El tiempo todo lo pudre


Hoy apresuré mi paso al dirigirme a la avenida principal, observé a mi alrededor, de pronto de la nada apareió un niño que sostenía en su mano un trapo arrugado , un perro era su compañía y al acercarme a la esquina, observé su mano izquierda sangrando y el perro gustoso lamía.

Cuanado crucé la avenida, volví la mirada atrás y había un cerdo con las vísceras de fuera, sorprendida regresé la mirada y otra vez el niño, pero esta vez tenía un gestón burlón, irónico; se me acercó poco a poco y me susuró:


- El tiempo todo lo pudre- se alejó y colocó en mi mano el trapo.


Me le quedé viendo a ese pedazo de tela nauseabundo y lo extendí con cuidado, en él había una mariposa muerta con sus alas rotas, vi el reloj, era tiempo de marcharme, y cuando quise tomar mi bolsa, !ohh Dios¡ no tenía brazo.


Regresé la mirada al niño que tenía por compañía su puerco cuyas tripas tenía de fuera y esté no dejaba de mirar hacia el vacío.


Claudia

Sunday, April 01, 2007

Capítulo I


Aún recuerdo la primera vez que cobré dinero por tener sexo. Llevaba tres días en la calle, mi padrastro me echó de la casa cuando me encontró en la cama con Luis, su hijo menor. A manotazos y gritos furiosos apartó a su hijo de mí, desnudo de medio cuerpo. Estaba rojo como un tomate, con las fosas nasales dilatadas que silbaban con su respirar rápido y agitado. Apenas tuve tiempo de tomar mis pantalones y mi camisa, al ponérmelos daba volteretas mientras ese hombre me empujaba por toda la casa. No me golpeó, seguro quería hacerlo, seguro quería arrancarme la cabeza y destrozarme a golpes.
Juan, su otro hijo, salió corriendo de la cocina con un mendrugo de pan en la mano, y al ver la escena corrió a ayudarme olvidándose del mendrugo y del respeto a su padre. Yo me estaba divirtiendo de lo lindo. Siguiendo las enseñanzas de la sabia Medea, no es conveniente atacar al adversario cara a cara, no, hay que cobrarse con su bien más valioso.

Para ese hombre hosco y malencarado saber a sus hijos maricones- como los llamó mil veces- era lo peor que podía pasarle. Juan se interponía entre su padre y yo que, tirado en el piso me ponía los zapatos tan rápido como podía, con la mirada en los dos hombres, para no perderme ni un segundo del espectáculo.
Luis salió del cuarto descalzo y cerrándose los pantalones, asustado de morir y aún sudoroso. Ahora viene lo bueno, pensé. Al verlo, Juan entendió de inmediato lo que los gritos y manotazos furiosos de su padre no habían podido- o no habían querido- explicarle.
La reacción fue inmediata: Juan buscó una explicación y yo solo sonreí como si fuera lo más normal del mundo, con un poco de cinismo debo admitir. Los tres idiotas lo entendieron al instante.

Las miradas de odio y asco que se dirigieron me hubieran causado un ataque de risa si no fuera porque mi padrastro, más furioso que nunca, se abalanzó sobre mí y ésta vez me llevó hasta la puerta arrastrando.

Antes de salir a gatas le volé un beso a sus hijos y el hombre calvo y gordo trató de alcanzarme la cara con un golpe que habría atinado si no fuera porque su obesidad lo hacía lento como caracol.

Mientras caminaba me felicitaba a mí mismo por lo que había hecho, me había liado con los dos retoños de aquel hombre asqueroso que, años antes, cuando mi madre aún vivía, se metía en mi cuarto por las noches. Recuerdo que para evitar que gritara, me ponía la muñeca sobre la boca y yo lo mordía tan fuerte que hacia brotar sangre.

Ese septiembre las noches eran frías, llevaba dos días sin comer, dormía en una banca y caminaba sin rumbo por el parque. Debí haber pasado mil veces por aquella esquina donde los chicos, no mayores que yo, se prostituian.
Ese lugar estaba llamándome y el hambre me hacia cada vez mas difícil no escuchar sus cantos y promesas.
El tercer día no aguanté más, con el estomago chirriando me planté en la esquina a esperar. Un auto azul se detuvo frente a mí y sentí ganas de correr pero mis piernas no se movieron.

-¿Cuánto cobras?

-Mil.- conteste tratando de sonar convencido.

-Es mucho, te doy quinientos. Súbete.

El sujeto era gordo y a punto de la calvicie, me recordó a mi padrastro. Se agitó del mismo modo y por si eso fuera poco, al igual que aquella bestia, resulto eyaculador precoz.

Me devolvió a la esquina una hora más tarde y con el dinero me compré dos bollos que me supieron a gloria. El primer paso estaba dado, ya no había marcha atrás.
Cinco años después dominaba el negocio como había dominado juegos de video en la niñez, en gran parte, todo era un juego. Uno que dejaba suficiente dinero para vivir bien y poder ahorrar para mi operación.

Había investigado, en algunas ciudades de Europa era gratuita. Es tu derecho, me dijo una psicóloga, si estas seguro del cambio de sexo estás en todo tu derecho pues es tu cuerpo, por eso el gobierno debe ofrecerlo como algo gratuito, aunque en este país sería más fácil ver al papa preso antes que una operación de cambio de sexo gratuita.
La operación sí se realizaba en este país pero a precios tan altos que seria un anciano para cuando juntara el dinero. Mejor era ahorrar para el viaje a Europa, sólo de ida, después ya me las arreglaría para nacionalizarme y obtener mi operación.

Me cambiaría el nombre, me pondría el de mi madre, ése que soñaba legarle a su hija y que por desgracia ambas murieron durante el parto.

Forbidden Vianey