Wednesday, November 29, 2006

Junto a mi costilla


El impacto asestado a mis verdes edades, tiernas locuacidades y como suavizar al villano en mi contra que no haya recordar mi precaria y corta historia de vida. Fue entoncés el detonante suficiente que me hiciera disparar mis parcos recuerdos de infancia violentada.
Aquella inmensa dimensión de cordura adulta se vio ausente y compensada con tremendas descargas de impaciencia, involución y bastanes acordes, amargos de lo que vislumbraban sus objetivas miradas por ofender mi espacio vital, cada vez que yo cometía acciones inmaduras de momentos de niño.
Hubo testigos un tanto ausentes de mi tragedia, que no fue más que dolores abiertos, lascerados como el limón a la herida, como hincar el colmillo a la tajada y luego escupir el pedazo con el simple hecho de sublimar bocanadas de furia en mi piel, aún con rastros de vientre materno y olor a rosa de vida.
Testigos discapacitados del sentido del habla, mudos eran entoncés; a veces, pretendían cerrar los ojos a su ajena realidad, que era la mia, y creo, en parte eran mis cómplices pues presenciaron mi cuerpo torcido, mis carnes como tasajos, mis huesos aún llamados cartilagos ya doblados y hundidos. Lo más callado del viento y hasta el tiempo eran prudentes lejos de convertirse en pequeños y gigantescos elementos de guarida y estructura de un mañana que llegó tarde.
El enramado que tejieron mis alaridos formaron un cuatro y en columnas mis paredes: mis tesigos, mis amigos, de quienes tantas veces quise sujetarme de sus castrados brazos y sólo lograban devolverme a la que ostentaba parentesco de sangre, de genes y hasta de caprichos de humor bipolar, a mi abuela.
Momentos locos e inestables que hicieron de mi madre también desistir de toda ilusión para conservarme a su lado y defenderme, cual hembra de perro que ciuda de su cachorro por si el extraño visitante quisiera apartarme de su entraña, pues me abandonó, a mi suerte, con esa tempranera de sentido de humanidad, común y amor.
Por su puesto que hubo sentencia a la clandestinidad de sus actos y mi entierro que ni para eso hubo respeto. Mi pequeño cuerpo, envuelto en bolsas de plástico, fue arrojado cual basura estorbosa de crimen al vacío oscuro, con tan sólo tres años de edad.
El último golpe ya ni lo sentí, sólo hubo un sentimiento que me ahogó, que me pidió por elevar el llanto y todo fue vertiginoso como conducierme por un tubo a gran velocidad y no mirar a trás, sólo sentir la succión a gran fuerza que me llevaría a un lugar familiar, entrañable y cálido, mi casa, la casa de todos de donde originalmente venimos y olvidamos por seguir en la evolución,
!Gran escuela!... Sólo una lección más.
Judith

4 comments:

Anonymous said...

está muy bueno, me gusta x ke la voz del niño es la de un alma evolucionada ke pretende mostrar ke en el orígen común existe una sabiduría superior...

Marilui said...

Hola, Judith, ya leyendo tu escrito con alma le entiendo, lo que más me gusta es el ritmo que le impones al relato para convertir en poesía la prosa. Saludos.

Anonymous said...

m... que hay? bueno, si así escribes siempre, me gusta mucho tu estilo, es como muy simbolico y al mismo tiempo poetico.

Unknown said...

Hola:
Quisiera saber quién es la autora de "Junto a mi costilla". Soy jurado de un concurso de relatos breves y me he encontrado con alguien que presenta este relato.