Friday, September 21, 2007

El son del olvido


Me preguntas: "¿ésto es real?,
0 ¿es un engaño más de los que ha urdido el demonio conmigo?"
Yo digo: "¿qué coño sé? Rema y después ya veré
como parecer alguien bueno"
Nacho Vegas
Antes, cuando estabas aquí, la noche er una hoja negra y las estrellas letras claras de un poema luminoso. Las tardes enmudecían para dejarme escuchar la sinfonía de tus palabras que el viento se tatuó en la memoria para murmurármelas cada otoño. Ahora estoy sentado en la banca de este parque que tantas tades compartimos; supongo que estas bien sin recordar mi nombre, teléfono y dirección. Comprendo que mi futuro se quedó atrapado en tu pasado sólo me quedan algunas cicatrices y el sabor indeleble de tus labios.

Fumo y al unísono pienso que tu recuerdo me azota como la lluvia a las aceras y yo, al igual que ellas, me quedo inmóvil y a la intemperie de la noche en que mis ojos te contemplaron. Entre esas dunas de gente, tus caderas sobresalían balaceándose al ritmo de un son cubano: una misma cosa fue verte y desearte. El chan-chan acabó y caminaste hasta donde te esperaba sin previa cita. El sudor te perlaba la frente y tu respiración agitada te hinchaba tanto el pecho que me dieron ganas de estirar los brazos, con la idea de agarrar en el aire el corazón que de un momento a otro, supuse, se te saldría.

Te paraste a un lado de mí en la barra, tus labios ordenaron ron y los míos transgredieron la barrera tiempo-espacio con un "hola", seguido de mi mejor sonrisa, volteaste y me viste con asombro, pero en fracción de segundos pasaste del desconcierto a la sonrisa y correspondiste con un "¿qué tal?". A los 90 minutos de esa presentación, conocía tu nombre, profesión, algunos de tus gustos y a esas dos mujeres que acababan de despedirse y que me presentaste como tus mejores amigas. En un cruzadito nos terminamos el trago que teníamos en la mano y entonces me dijiste al oído que tu cama te llamaba a gritos. Pagué la cuenta y salí detrás de tí.

Mientras el valet parking te traía el auto, te pregunté tu número telefónico, soltaste una carcajada y me hiciste la misma pregunta; respondí que no. Sonreíste y me cuestionaste si vivía lejos; dije que no. Me miraste fijamente y te ofreciste a llevarme. En 15 minutos llegamos a mi casa, estaba a punto de pedirte de nuevo tu celular cuando me interrogaste si había leído el cuento de "Aladino", tímidamente contesté con una negativa. Te reiste y soltaste las palabras: "no me importa", añadiste que esa noche yo había frotado una botella de ron y mágicamente habías salido de ella porque tú eras una genio dispuesta a concederme tres deseos.

Sonreí y mi primer deseo fue que te quedaras conmigo, me lo concediste. Te abrí la puerta de me departamento y me di cuenta que la distancia exacta entre tus pies y tu cabello son once cuartas partes de mis manos, además de que basta cualquiera de mis cortos brazos para rodear tu cintura y que mis labios entrabiertos son suficientes para cubrir la circunferencia inexacta de tus pezones. El sol nos encontró abrazados y dormidos.

Ese primer deseo duró tres meses, pero un día, al igual que un genio, te esfumaste dejando dos de mis peticiones al aire. Te fuiste de mi vida sin dejar una carta en el buzón o la palabra "adiós" escrita en el espejo con lápiz labial o sin la parafernalia del "tengo algo que decirte" o el clásico "tenemos que hablar". Simplemete no supe más de ti. Las puertas de mi departamento no volvieron a enmarcar tu cuerpo y las de tu hogar se cerraron para mí. Hasta el "ábrete sésamo" resultó inútil. En tu teléfono sólo escuché la letra de la canción más triste: "por el momento no estoy en casa, deja tu mensaje y yo te llamo, besitos". Después de dos semanas sin ti y tres días de búsquedas infructíferas imaginé lo peor. Comencé a buscarte en hospitales, delegaciones, reclusorios e incluso, en la lista de personas extraviadas, desesperado me lancé a a los manicomios. Todo fue en balde.

Sabía que ejercías la publicidad, pero nunca me dijiste dónde. Buscarte en tu trabajo resultó imposible; en esta ciudad las agencias abundan. Él que busca encuentra, quiso Dios, y al parecer también el Diablo, que te encontrara. En una de mis rastreos vespertinas entré a una cafatería. Estabas sentadas con tus amigas, reías con desparpajo mientras cruzabas la pierna. Al verte, todo mi cuerpo tembló de la emoción, no pude evitar correr hasta tí, abrazarte y decirte "mi genio, te extraño". En eso, me aventaste con violencia y gritaste: "¡qué te pasa cabrón!". Caí al suelo y tus acompañantes se burlaban de mí, quisiste fingir enojo, te ganó la risa. Por un momento pensé que se trataba de una broma, supuse que te acercarías, me levantarías y me susurrarías al oído: "fue una broma tontuelo". Eso no ocurrió.

Me puse en pie torpemente y con más desconcierto que enojo, pregunté qué te causaba tanata gracia y de la carcajada pasaste a la seriedad indigna y comentaste "si yo ni te conozco". Una paleta helada recorría mi columna vertebral, te tomé por los hombros para interrogarte si acaso no te acordabas del "chan chan", de la botella de ron o de mi nombre y teléfono. Te mencioné que no sólo había leído Aladino sino el libro completo de "Los Titanes de la Literatura Infantil"...pero fue inútil. Mientras te reclamaba que me debías dos deseos, unos policías me sacaban a rastras y golpes del lugar. Con sangre en la nariz y las costillas molidas, alcancé a gritar que eras mi genio, que por favor recordaras.

La noche de nuestro infeliz reencuentro me pasé media hora en la delegación y después, tres meses en una casa para enfermos mentales. A base de drogas y electricidad pudieron borrar de mi memoria el recuerdo de tu rostro, la fragancia de tu cuerpo, el sabor a ron de tus labios, sin embargo no la sensación de felicidad que me provocaba estar a tu lado. Gracias a la psiquiatría ahora no sé si realmente existes o si eres, cómo dice el médico, un invento mío... parece ser que no estabas cuando te conocí... ahora no sé si eres de verdad o un invento mío...
Israel

2 comments:

SotoAmish said...

el camino a la locura pinta sus rutas indistintas pero la primera es a través del desamor... Está chido pero no me gusta que el principio sea de la rola de Creep: "When you were here before..." como que da el tono desde el inicio... Saludos.

Anonymous said...

A mí me gusta. Es íntimo y nostálgico. Sólo debo puntualizar que en la frase: "Fumo y al unísono pienso que tu recuerdo me azota..." bueno, la palabra unísono hace referencia a un sonido junto a otro y, pues aquí no hay ningún sonido, más que una calada al cigarro y un pensamiento... Es todo.